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Entre el Arte y la Ciencia: Farmaceúticos de Guadalajara del Siglo XIX


El profesor Antonio Gutiérrez Esteves, un farmacéutico con sentido social y nacionalista

COLUMNA DE OPINIÓN

Imagen cortesía de Botica Nueva/Image provided by Botica Nueva

Por el historiador Jesús Asdrúbal Ruiz Alcalá/By historian Jesús Asdrúbal Ruiz Alcalá

Antonio Gutiérrez Esteves, representó en gran medida al farmacéutico profesional de la segunda mitad del siglo XIX en Guadalajara, heredero y continuador del legado de algunos personajes de la ciencia farmacéutica, como Leonardo Oliva y Lázaro Pérez.

En el año de 1842 nació en Guadalajara, Antonio Gutiérrez Esteves, hijo de Don Trinidad Gutiérrez y Doña Antonia Esteves.

Poco más de veinte años después de su nacimiento, en el año de 1866, Antonio Gutiérrez Esteves ya se encontraba estudiando farmacia en la Escuela de Medicina de Guadalajara, en tiempos todavía del imperio de Maximiliano de Habsburgo, dónde culminaría sus estudios en 1868, periodo en que recibe el título de Químico Farmacéutico, mismo que fue firmado por algunos de sus maestros y figuras importantes del ámbito médico farmacológico de Guadalajara, como lo eran, el Dr. Juan B. Híjar y Haro, Leonardo de Oliva, padre de la farmacología local; Lázaro Pérez, Matemático, físico, meteorólogo y el químico más famoso de la época; y el farmacéutico Eutiquio Murillo, profesor de la Escuela de Medicina, padre del famoso pintor Gerardo Murillo, más conocido como el Dr. Atl.

Egresado de la Escuela de Medicina y farmacia de Guadalajara, el novel Profesor Antonio Gutiérrez Esteves, inició su profesión trabajando en la botica de Eutiquio Murillo, asentada en las calles Loreto (hoy Pedro Moreno) y San Agustín ( hoy Degollado), en la que parece no permaneció por mucho tiempo, pues a un año de forjarse con Eutiquio Murillo, abrió su propia botica en el barrio de San Juan de Dios, en las calles de Amargura (hoy José María Mercado) y San Andrés (hoy Álvaro Obregón) en Guadalajara.

Y seguramente el profesor Antonio Gutiérrez Esteves tenía talento, porque en breve tiempo, compró una finca de mayores proporciones, que se encontraba frente a esas mismas calles de Amargura y San Andrés, quedando ubicada su botica de manera definitiva en la calle San Andrés (Álvaro Obregón) número 12, finca que en la que el día hoy todavía permanece visible una pequeña placa conmemorativa en su honor, autografiada por el INAH indicando que su inauguración sucedió el 19 de octubre de 1869, con el nombre de “Botica Nueva” nombre que sigue vigente hasta el día de hoy.

 Al parecer, la botica estaba bien equipada e iba logrando reconocimiento social, pues ya, desde un inicio, producían fórmulas propias que no eran fáciles de encontrar en otras boticas, en su publicidad las anunciaban como “Medicinas especiales de Antonio Gutiérrez Esteves: Aceite de bacalao solidificado, pastillas absorbentes con base carbonato de bismuto, tesoro de los niños, crema de carbonato de bismuto, extracto fluido de zarzaparrilla […]” por mencionar algunas.  

Además, el profesor Antonio Gutiérrez Esteves, sin duda, representó en buena parte, el modelo del profesional farmacéutico de su época, pues por más de veinte años (1877-1899) fue nombrado en distintas ocasiones catedrático en la Facultad de Farmacia de la Escuela de Medicina del Instituto de Ciencias del Estado; función siempre en sincronía con otros destacados y reconocidos en la materia, como Nicolás Puga, Nicolás Tortolero, Lázaro Pérez, Eutiquio Murillo o Jacinto Montaño.

En cuanto a la participación en las sociedades profesionales, en uno de sus anuncios comerciales de su botica, indicaba que era miembro de la academia de las sociedades médico farmacéutica, sociedad de ingenieros de Jalisco, de la del gran círculo nacional de obreros, entre otras no especificadas.

También, como otros farmacéuticos reconocidos, llegó a publicar artículos sobre su especialidad, por ejemplo, entre 1880 y 1884 publicó en el boletín de la sociedad de ingenieros de Jalisco los artículos siguientes: Tanato de óxido de bismuto; Botánica aplicada; alcohol de tuna; meteorología; el país de la rosa; las esencias o sobre el fósforo, entre otras más.

Otros rasgos distintivos en el pensamiento de este farmacéutico, es que, sus propuestas farmacológicas surgían de las mismas necesidades sociales, y a la vez los resultados tenían en tal sentido una aplicación de beneficio social; esto se aprecia claramente, en su artículo sobre el “Tanato de bismuto”, en dónde justificó su investigación, por causa de las diarreas endémicas que prevalecían en la ciudad y su difícil control; o en el artículo de “Botánica aplicada”, señaló que su objetivo era aplicar la botánica para el bien social. Asimismo, manifestaba cierto apego al uso de plantas indígenas, pues expresaba, por ejemplo, sugerencias para la utilización y efectividad del cempoaxochitl conocido como (cempazuchil) o el yoloxochitl, tendencia generada por su apreciado y gran maestro, Leonardo Oliva y por el famoso Dr. Pablo Gutiérrez, que en su conjunto representaban una reacción nacionalista frente a los medicamentos extranjeros.

Otro espacio científico profesional en el que se puede notar la presencia del Profesor Antonio Gutiérrez Esteves es en las exposiciones de agricultura, industria y minería en el país y en el extranjero, como fue en este último caso, su participación en la exposición de París en 1888, con “productos químicos y objetos de barro”; o en la de Chicago en 1993 con “productos medicinales y farmacéuticos”.

Ya en el ocaso del siglo XIX en junio de 1896, es nombrado jefe de la botica del hospital civil, botica que aparte de dar servicio al propio hospital, era el lugar donde los estudiantes de farmacia realizaban prácticas profesionales, siendo así, un lugar de instrucción y formación profesional.

Después de una vida generosa y una profesión brillante, el 27 de marzo de 1927, a la edad de 85 años falleció el Profesor Antonio Gutiérrez Esteves, sepultándose su cuerpo en la ciudad de Guadalajara, en el panteón de Belén, frente a la tumba de su entrañable amigo el teniente coronel Manuel Mejía. Y a pesar de su muerte, hace ya casi un siglo, la botica que fundó con el nombre de “Botica Nueva” es una de las más antiguas que sigue vigente en Guadalajara.

Antonio Gutiérrez Esteves largely represented the professional pharmacist of the second half of the 19th century in Guadalajara, heir and continuator of the legacy of some figures in pharmaceutical science, such as Leonardo Oliva and Lázaro Pérez.
Antonio Gutiérrez Esteves was born in Guadalajara in 1842, son of «Don Trinidad Gutiérrez» and «Doña Antonia Esteves».


Just over twenty years after his birth, in 1866, Antonio Gutiérrez Esteves was already studying pharmacy at the Guadalajara School of Medicine, still under the rule of Maximilian of Habsburg. He completed his studies in 1868, during which time he received the title of Pharmaceutical Chemist. This title was signed by some of his teachers and important figures in the medical and pharmacological field in Guadalajara, such as Dr. Juan B. Híjar y Haro, Leonardo de Oliva, the father of local pharmacology; Lázaro Pérez, mathematician, physicist, meteorologist, and the most famous chemist of the time; and the pharmacist Eutiquio Murillo, professor at the School of Medicine and father of the famous painter Gerardo Murillo, better known as Dr. Atl.


A graduate of the Guadalajara School of Medicine and Pharmacy, the young Professor Antonio Gutiérrez Esteves began his career working in Eutiquio Murillo’s pharmacy, located on Loreto (now Pedro Moreno) and San Agustín (now Degollado) streets. He apparently didn’t stay there for long, as a year after working with Eutiquio Murillo, he opened his own pharmacy in the San Juan de Dios neighborhood, on Amargura (now José María Mercado) and San Andrés (now Álvaro Obregón) streets in Guadalajara.


And Professor Antonio Gutiérrez Esteves surely had talent, because in a short time, he purchased a larger property, located across from those same streets of Amargura and San Andrés, permanently locating his pharmacy at 12 San Andrés Street (Álvaro Obregón). A small commemorative plaque in his honor, autographed by the INAH (National Institute of Health), still stands visible today. It indicates that it was inaugurated on October 19, 1869, under the name «Botica Nueva,» a name that remains in use to this day.

Apparently, the pharmacy was well-equipped and was gaining social recognition, since from the beginning, they produced their own formulas that were not easy to find in other pharmacies. In their advertising, they announced them as «Special Medicines by Antonio Gutiérrez Esteves: Solidified codfish oil, absorbent tablets based on bismuth carbonate, children’s treasure, bismuth carbonate cream, fluid sarsaparilla extract […]» to name a few.


Furthermore, Professor Antonio Gutiérrez Esteves undoubtedly largely represented the model of the pharmaceutical professional of his time, since for more than twenty years (1877-1899) he was appointed on several occasions a professor in the Faculty of Pharmacy of the School of Medicine of the State Institute of Sciences; a position always in sync with other prominent and recognized in the field, such as Nicolás Puga, Nicolás Tortolero, Lázaro Pérez, Eutiquio Murillo, and Jacinto Montaño.

Regarding his participation in professional societies, in one of his advertisements for his pharmacy, he indicated that he was a member of the Academy of Medical and Pharmaceutical Societies, the Jalisco Society of Engineers, and the Great National Workers’ Circle, among other unspecified societies.


Also, like other renowned pharmacists, he published articles on his specialty. For example, between 1880 and 1884, he published the following articles in the Bulletin of the Jalisco Society of Engineers: Bismuth Oxide Tannate; Applied Botany; Prickly Pear Alcohol; Meteorology; The Land of the Rose; Essences; and Phosphorus, among others.


Other distinctive features of this pharmacist’s thinking are that his pharmacological proposals arose from the same social needs, and at the same time, the results had an application for social benefit. This is clearly seen in his article on «Bismuth Tannate,» where he justified his research due to the endemic diarrhea prevalent in the city and its difficult control. Or in the article «Applied Botany,» he stated that his goal was to apply botany for the social good. He also expressed a certain attachment to the use of indigenous plants, offering, for example, suggestions for the use and effectiveness of cempoaxochitl (known as «cempazuchil») or yoloxochitl, a trend generated by his esteemed and great teacher, Leonardo Oliva, and the famous Dr. Pablo Gutiérrez, which together represented a nationalist reaction to foreign medicines.

Another professional scientific arena where Professor Antonio Gutiérrez Esteves’s presence can be noted is in agricultural, industrial, and mining exhibitions in the country and abroad, such as his participation in the Paris Exposition in 1888, with «chemical products and clay objects»; or in the Chicago Exposition in 1993 with «medicinal and pharmaceutical products.»


Already at the end of the 19th century, in June 1896, he was appointed head of the Civil Hospital pharmacy. This pharmacy, in addition to serving the hospital itself, was also the place where pharmacy students completed professional internships, thus serving as a place of instruction and professional training.


After a generous life and a brilliant profession, Professor Antonio Gutiérrez Esteves passed away on March 27, 1927, at the age of 85. His body was laid to rest in the Belén cemetery in Guadalajara, opposite the tomb of his close friend, Lieutenant Colonel Manuel Mejía. And despite his death, almost a century ago, the pharmacy he founded under the name «Botica Nueva» is one of the oldest still operating in Guadalajara.


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Entre el Arte y la Ciencia: Farmacéuticos de Guadalajara en el Siglo XIX.


Lázaro Pérez un genio de la química y observador del cosmos

COLUMNA DE OPINIÓN

Retrato de Lázaro Pérez que se encuentra en Pinacoteca del Museo Regional de Guadalajara del Instituto Nacional de Antropología e Historia. (Foto: CORTESÍA)

Por el historiador Jesús Asdrúbal Ruiz Alcalá

El 3 de abril de 1900 a los 83 años murió en Guadalajara el farmacéutico Lázaro Pérez. De él, dijo el entonces periódico local Juan Panadero: “El martes último cerca de las cinco de la mañana, dejó de existir en esta ciudad el sabio naturalista, el eminente químico, Señor Don Lázaro Pérez, uno de los hijos más preclaros de Jalisco que supieron dar honra a su estado natal”.

¿A qué se debía esta alusión personal distinguida y valorada? ¿Por qué una calle de la colonia moderna actual en Guadalajara lleva su nombre?

Distintas fuentes documentales ayudan a responder las interrogantes.

José Pascual Lázaro Pérez Gutiérrez nació en Zapotlán El Grande, Jalisco; el 16 de diciembre de 1816, en el Barrio indígena del Sacramento.

Sus estudios los realizó en la Facultad de Medicina de la Universidad Nacional de Guadalajara, cursó la carrera de Farmacia, en dónde el 25 de mayo de 1841 recibió su título de farmacéutico.

Pero su distinción, se debía a que, en poco tiempo, después de obtener su título, fue reconocido socialmente como maestro farmacéutico, botánico, físico, químico y toxicólogo. Asimismo, su talente científico lo llevó a incursionar en el ámbito meteorológico y astronómico, pues en cuanto a lo último, “logró montar en 1874 el primer observatorio astronómico en Guadalajara, ubicándolo en su propia casa en la calle Santa Teresa (hoy Morelos), por ello, se le consideró un precursor de estos estudios en la localidad, y dónde, además, realizó observaciones meteorológicas de 1874 a 1886”.

Por otro lado, su papel docente y académico denotó su polivalencia profesional, pues

“Durante más de cuarenta años fue maestro de Farmacia, Toxicología, Física, Química, Botánica y Legislación Farmacéutica, en la escuela de medicina; y de igual manera, impartió clases en el Liceo de Varones de la ciudad”. Adicionalmente, en su trayecto en la educación superior, se le asignó la comisión de suscripción de periódicos científicos extranjeros “que versen sobre la medicina y farmacia, función que le llevó a presentar una lista de publicaciones periódicas de Europa, en lo relativo a la farmacia”. Es decir, realizaba una función que requería criterio científico notable y un aprecio a su preparación científica por otros académicos de la época.

Otro rasgo distintivo de su labor educativa y profesional es que “escribió varios textos sobre temáticas químicas para que sirvieran de apuntes a los estudiantes. Publicó algunos artículos sobre química y meteorología en el Boletín de la Sociedad de Ingenieros de Jalisco, y el 7 de julio de 1877 apareció su Estudio sobre el maguey llamado mezcal en el Estado de Jalisco, que fue publicado por la imprenta de Ancira”.

 Su profesión y preparación, le llevó también, a integrarse a las siguientes sociedades profesionales y organizaciones de la época, como fueron: La Sociedad de Clases Productoras, Cámara Mercantil, Junta Auxiliar de la Sociedad Mexicana de Geografía y Estadística, Sociedad de Ingenieros de Jalisco, y en 1859 participó en la fundación de la Academia Médica de Guadalajara, de la cual fue tesorero fundador.

Con algunas de las referencias documentales tocantes al legado de Lázaro Pérez, no es difícil asumir porque el periódico Juan Panadero realizaba alusiones tan distinguidas a su labor profesional y científica en Guadalajara, pero también, llama la atención que este tipo de personajes son desconocidos en la Guadalajara decimonónica, y más, si hablamos de boticarios o farmacéuticos, los cuáles pasan inadvertidos en nuestra historia regional como protagonistas en la comunidad científica de la ciudad.

Igualmente, explorar y observar el ámbito profesional de algunos farmacéuticos tapatíos del siglo XIX, nos confronta con las conceptualizaciones comunes que en ese tiempo existían, por ejemplo, el Dr. F Francisco de Asís Flores y Troncoso, en su monumental obra Historia de la medicina en México, editada en 1886; apuntaba que, los boticarios solo eran los encargados de la confección y despacho de los medicamentos, es decir, la reducía a una actividad utilitaria y artesanal, sin embargo, a la luz de su realidad tanto laboral como intelectual de algunos de ellos, se torna difícil congeniar con el concepto del Dr. Flores y Troncoso y otros autores, y al mismo tiempo, una descripción como la ya descrita, motiva la reflexión y debate, en cuanto a su verdadera importancia y función social.

Lázaro Pérez fue dueño de una botica ubicada en el número 18 de la calle Santa Teresa, considerada sucursal de la “Gran droguería de Lázaro Pérez e hijo” instalada en la calle Santa Mónica número 4, en ella se vendían productos varios de Europa y Estados Unidos.

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