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Muere Edwin Estrada Barada (1969-2025)


Columna de Opinión

Foto en b/n 1: Edwin Raphael Estrada-Barada, con sus padres en la Casa de España, de San Juan, Puerto Rico, 1978. Foto en b/n 2: Edwin Raphael Estrada-Barada, con su padre y con Antonio Aguilar y su hijo Tony Aguilar. ARCHIVO PERSONAL DE ISRAEL ROLÓN BARADA.

Por Israel Rolón Barada, escritor, profesor y biógrafo

Washington DC, 16 de diciembre de 2025

Si Edwin bien heredó el gran legado musical y cultural de su padre, desafortunadamente también había heredado la diabetes juvenil y familiar desde los 10 años de edad. Los últimos años en vida estuvo luchando con todas las complicaciones y consecuencias de esa enfermedad. Incluso teniéndose que someter a la diálisis por su padecimiento renal para poder vivir. Su padre también murió de la misma manera, y también al comienzo de una época navideña, el 1 de diciembre de 1979, a los 61 años de edad.

Edwin era psicólogo de profesión, como persona, de una gran sensibilidad, inteligente, y amante de la música, en especial de Silvio Rodríguez. Contaba con una gran voz de tenor, pero no pudo continuar cantando profesionalmente por haber sufrido un trauma durante el funeral de su padre.

Según el mismo Edwin contaba, la gran cantante puertorriqueña Ruth Fernández, quien ya conocía de sobra su talento musical y su fuerza vocal, le invitó cariñosamente a que interpretara con ella la obra maestra de su progenitor, himno de la capital, en el cementerio, frente a la tumba de su padre. La presión que sintió en aquel momento fue tan grande que lo traumatizó para siempre y no pudo volver a cantar.

Le sobreviven, de su familia inmediata, su querida y amada esposa y viuda Olga Otero, su único hijo Gabriel Estrada Otero, su hermano mayor Joel y su sobrino Noel Sebastián.

Washington DC, December 16, 2025.

Two days ago, my family lost Edwin Estrada Barada, my dear cousin, at only 56 years old. He was the youngest son of Noel Estrada, composer of En Mi Viejo San Juan.

While Edwin inherited his father’s great musical and cultural legacy, he had unfortunately also inherited juvenile diabetes, which ran in his family since he was 10 years old. In his final years, he struggled with all the complications and consequences of that disease, even having to undergo dialysis for kidney failure in order to survive. His father also died in the same way, also at the beginning of the Christmas season, on December 1, 1979, at the age of 61.

Edwin was a psychologist by profession, and as a person, he was very sensitive, intelligent, and a lover of music, especially Silvio Rodríguez. He had a beautiful tenor voice, but he was unable to continue singing professionally due to the trauma he suffered during his father’s funeral.

According to Edwin himself, the great Puerto Rican singer Ruth Fernández, who was already well aware of his musical talent and vocal power, affectionately invited him to perform his father’s masterpiece, the anthem of the capital, with her at the cemetery, in front of his father’s grave. The pressure he felt at that moment was so great that it traumatized him forever, and he was never able to sing again.

He is survived by his beloved wife and widow, Olga Otero, his only son, Gabriel Estrada Otero, his older brother, Joel, and his nephew, Noel Sebastián.

«But my heart remained by the sea in my old San Juan.»

El contenido y las opiniones expresadas en este texto son responsabilidad exclusiva

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Por Israel Rolón Barada

Tres grandes estrellas de la música popular del siglo XX iluminaban el contexto y establecieron los parámetro del repertorio musical de mis padres desde que se conocieron en 1960. Estas eran: Marco Antonio Muñiz, Olga Guillot, y Lucho Gatica.

Aunque de los tres, mis padres me enseñaron desde niño que Marco Antonio era lo máximo. Que no había, ni podría haber, otro intérprete de la canción con la belleza, la calidad y la sutileza de aquella voz. Algo que pude confirmar con el paso de los años, de las décadas, y que todavía me conforta. Al escuchar su voz y sus canciones hay algo mágico que no solo me evoca a mis padres en sus mejores momentos, pero que me garantiza que no ha pasado nada y todo sigue igual. En pocas palabras, la belleza de su voz y su música me provocan un sentimiento único y muy profundo, lleno de un amor familiar muy grande gracias al icono cultural mexicano que, sin duda alguna, también forma parte de Puerto Rico.

Marco Antonio Muñiz, que nació en Guadalajara, en 1933, gracias a su talento musical, la belleza de su voz y su gran carisma artístico, le dio la vuelta al mundo convirtiéndose en uno de los intérpretes musicales mexicanos más famosos e importantes del siglo XX por el resto de Hispanoamérica. Nosotros, en Puerto Rico, tuvimos la suerte, la oportunidad y el privilegio de contar con su presencia y su contribución cultural a través de su extensa y variada obra musical, por más de 35 años.

Varios factores contribuyeron a todo esto, logrando así un vínculo único que lo incorporan para siempre al patrimonio cultural del folclore puertorriqueño. Aunque su primera visita a la isla fuese como parte integrante del famoso trío Los Tres Ases a finales de la década de los años 50, su primera aparición como solista  en 1960 en la sala de conciertos y espectáculos del Hotel Condado Beach, ahora el Condado Vanderbilt, marcó el comienzo de su presencia y esa relación a largo plazo en el mundo del espectáculo en Puerto Rico. Aunque él mismo le señalara un día a mi padre que su presentación y concierto, aquel mismo año, en el Teatro de la Universidad de Puerto Rico significaba, muy dentro de sí, el momento clave y ese click especial con el pueblo y la cultura puertorriqueña. Aún y así, mi padre nunca podría olvidar el momento sublime de poder escuchar aquella voz por primera vez que provenía detrás de las cortinas de aquel escenario en el Condado Beach interpretando “Adelante, quien quiera que sea que me esté tocando las puertas del alma…” rezaba la bella canción. El público se paralizó, cuenta mi padre, ante la profundidad y fuerza de aquella voz, de una cara todavía desconocida que se mantenía oculta tras aquellas cortinas. Momento sublime que enmarcó una de las primeras citas de mis padres como novios.

Un par de años más adelante, en diciembre de 1962, extendiéndose hasta el 1997, a medida de contrato y compromiso cultural con el pueblo puertorriqueño, Muñiz dio comienzo a sus conciertos navideños en el Club Caribe del Caribe Hilton. Esos 35 años consecutivos de la presencia y participación de Marco Antonio Muñiz en la época del año más importante y significativa para todos los puertorriqueños, solidificaron la ya estrecha relación musical entre los dos países, México y Puerto Rico.

Me siento muy honrado en poder relatar y narrar con orgullo lo que significa el nombre de MARCO ANTONIO MUÑIZ para nosotros los puertorriqueños, amantes de la música en todas sus dimensiones, en especial cuando su belleza y su calidad nos transporta a un mundo que trasciende las barreras geográficas y culturales de todo tipo. Hablamos de un mundo de amor que traspasa las diferencias políticas o de género, y todo lo establecido por sociedades absurdas o arcaicas, donde existe esa lengua universal amorosa, en este caso expresada a través de la música romántica de un gran intérprete que fue y siempre será Marco Antonio Muñiz.

Hoy, uniéndome en homenaje al rey de la canción, doy testimonio de también haber asistido a uno de sus conciertos en aquel Club Caribe donde fui acompañado de un primer amor de juventud y adolescencia para diciembre de 1984…, un momento que atesoro por la gran experiencia de haber podido disfrutar en persona de la grandeza y aquella conexión entre Muñiz y su público puertorriqueño, cuando incluía en su repertorio con despecho: “De lo que te has perdido la noche de anoche por no estar conmigo…” Aunque sigo prefiriendo aquellas melodías sublimes y románticas como sus “Pasos inciertos”, “Mala Ley”, “Luz y sombra” “Celoso”, “Escándalo”,  “Ven / Mi amor por ti”, «El despertar», «El vicio», «Delirio», «Incontenible»… No hay límites.

La presencia y la participación de Marco Antonio, como cantante internacional, en la cumbre de su extensa y prolifera trayectoria musical, en la plataforma musical que para aquellos años representaba y proveía el Hotel Caribe Hilton, y el alcance y la promoción de su producción musical, incluyendo las más bellas canciones de compositores puertorriqueños, como «Preciosa» o «Lamento Borincano» de Rafael Hernández, «Perdón» de Pedro Flores, «Poquita Fe» de Bobby Capó, «Olas y arenas» de Silvia Rexach, o «En mi viejo San Juan» de mi tío Noel Estrada, entre tantas otras, con temor de dejarlas fuera de la extensa lista, certificaron esa dualidad y esa eterna relación artística entre el cantante mexicano y Puerto Rico.

Espero haber podido compartir e ilustrar una pincelada del gran impacto de Marco Antonio Muñiz dentro de la historia musical de Puerto Rico, y así poder enviarle toda mi admiración y gratitud por la belleza y el sentimentalismo de su legado musical. Hasta un próximo encuentro Maestro!

DISCOGRAFÍA DE MARCO ANTONIO MUÑIZ DEDICADA A PUERTO RICO

El contenido y las opiniones expresadas en este texto son responsabilidad exclusiva del autor.